HISTORIAS DE FUTBOL 3 Mob football, un antepasado de fútbol inglés

En el fútbol de hoy, está muy claro el papel de jugadores y espectadores: unos ventilan sus azares en la cancha, otros pueblan gradas y tribunas. No obstante, en las variantes más primitivas del fútbol inglés –llamado mob football o fútbol multitudinario- las cosas eran un poco más difusas.
Textos clásicos del siglo III describen a las huestes inglesas celebrando su victoria sobre las hordas danesas con una eufórica sesión de juegos de pateo. Para la ocasión, se usó una pelota muy particular: la cabeza cercenada del líder invasor. Este evento habría sido la génesis –un tanto cruel- del mob football.
Entre los siglos VII y XIX, el mob football se popularizó en las islas británicas. La pelota era elaborada con cueros y tripas de animales domésticos. La "cancha" era vasta: dos aldeas comenzaban el juego en un punto neutral. El propósito era el de transportar el balón a la plaza o mercado principal del villorrio rival. A veces, la disputa se llevaba a cabo en una misma ciudad, entre dos barrios vecinos. Miles y miles de personas se involucraban en cada partida. Este ímpetu tumultuario perduró hasta bien entrado el siglo XX, con aquellos tristemente recordados hooligans que pretendían hacer de las tribunas luctuosos campos de batalla en los que drenaban el lado oscuro de la pasión futbolística.
Las reglas eran escasísimas. Entre las pocas cosas que excluían se encontraba el asesinato voluntario. Los parroquianos debían levantar barricadas alrededor de sus casas para proteger sus propiedades y seres queridos. Las autoridades eclesiásticas de la época deploraban el juego, aunque no por su violencia sino por prejuicios metafísicos; en él se escondía un ritual pagano, un oculto sortilegio de la religión de la Diosa: el balón, frenéticamente conducido por calzadas y campos de labranza, representaba al Sol, y tenía que ser conquistado a toda costa, ya que su captura (precursora del moderno gol) aseguraba buenas cosechas para el bando ganador e inciertas recolecciones para el bando perdedor.
En el año 1314, el Rey Eduardo II publicó un edicto que prohibía la práctica del mob football. Su hijo Eduardo III decretó una medida similar –tan infructuosa como la del padre. Ricardo II, Enrique IV, Enrique VI y Jaime III engrosaron el catálogo de reyes ingleses que intentaron prohibir este deporte, sin conseguirlo.

La expansión del mob football

Tras su éxito en las islas británicas, el mob football se extendió por diversas regiones de Europa: de tumulto en tumulto, de gresca en gresca, fue sumando adeptos y reformadores. A finales del siglo XVI, en la ciudad italiana de Florencia, apareció el primer intento serio por domesticar esta práctica: se trataba de un esfuerzo civilizador que estaba imbuido del espíritu racionalista y científico –propio del Renacimiento- que empezaba a imperar en esa época. De tal suerte, surgió el calcio florentino.
Las primeras reglas de este deporte fueron oficializadas en 1580. Una de sus mayores novedades fue el hecho de imponer un límite al número de jugadores –veintisiete por equipo. El objetivo del juego era sumar más puntos que el equipo rival. Las dimensiones de la cancha eran similares a las del fútbol actual, pero cubierta de arena en lugar de grama. La pelota debía ser introducida en unas plataformas con agujeros colocadas a ambos extremos del campo de juego. Para transportar el balón podían usarse, de manera indistinta, manos o pies. Por cada tiro acertado se obtenían 2 puntos, pero por cada intento errado, se sumaba medio punto al equipo rival. El encuentro duraba 50 minutos y era supervisado por ocho árbitros.


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